Tu barco se hunde y parece que Dios duerme. Te deshacés en preguntas, y nada.
Ves como tu última esperanza se va por la alcantarilla y Dios, se queda quieto.
Tus esfuerzos por salvar, fueron una gota en medio de un océano de impedimentos.
Tus sueños se hicieron añicos, y parece que a Dios no se le movió un pelo. Viviste eso alguna vez? Yo sí. Bronca. Dolor. Indignación. Impotencia. Desesperación. Tristeza. Silencio… Sentiste todo eso alguna vez? Yo si. ¿Escuchar lo que Dios dice cuando hace silencio? Entender esto me tomó años. Aceptarlo, lágrimas. Creerlo, muchos temores domados.
Una noche, Jesús y doce amigos subieron a una barcaza, sin saber que serían sacudidos por grandes imprevistos. El mar calmo se tornó una furia de olas y vientos implacables que les decían en la cara “esta noche se mueren”. Cuántos vientos puede soportar una vida sin caer en el peor de los pensamientos?
Esos hombres, mientras soportaban bajo la presión de la prueba, veían que su lider, el que les enseñaba lo importante, al que nunca habían visto fallar, el capitán del barco…Dormía. Ni los gritos, ni las maniobras desesperadas, ni el agua que golpeaba adentro y afuera lograron sacar de su plácido sueño a Aquél los había llevado hasta ese lugar. “¿¡Señor, no te importa que muramos!?”
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Adelantemos la película. Ahí está Jesús. El que decía ser el Hijo de Dios, que mil veces hizo milagros y predicaba de un Reino de los Cielos que había llegado. Ahora está clavado en una cruz. Como el peor de los presidiarios. Hay sangre. La escena causa espanto. Desazón y miedo. "Si ése que se decía Rey terminó así, que queda para los otros?", "Y sus promesas? Dónde quedaron?", "Y sus milagros?" Por qué no podía hacer uno ahí mismo y dejar que todo termine bien?
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Ambas escenas tienen un desenlace crucial. Ni la tempestad ni la amenaza de muerte en medio del mar sacudieron a Jesus, hasta que llegó el momento. Sus amigos tenían que conocer a quién estaban siguiendo en realidad. Cuando despertó, le habló a la tormenta y le ordenó que se calle. Literalmente, el panorama volvió a la calma de forma instantánea. Todos quedaron paralizados por el increible poder que tenía Aquél, que hasta el mar y el viento le obedecían... Resultó que estaban en el barco con el mismísimo Dios!
Y en la cruz? Ahí ya no había nada que hacer. Lo dijo el mismo Jesús antes de morir:”Hecho está”. Después? Lo que viene después. La tumba. La muerte que levantaba su trofeo, lanzando burlas crueles a la cara de los discípulos. Con el correr de las horas la desazón había pasado, la bronca había quedado atrás. El miedo había hecho estragos, la pérdida los había desgarrado, y ahora el silencio lo dominaba todo. Jesús dormía, pero esta vez, los testigos de aquella noche de tempestad, sabían que no iba a despertar para callar nada, para demostrar nada. Y sin embargo, al tercer día…
Lo impensado.
Él resucitó! Y con él, tus sueños muertos. Dios es Dios bajo cualquier circunstancia. Podés entender ahora que está pasando en tu vida? Dios no está dormido. Solo espera para entrenar en escena. Para dar el toque maestro. Para salvar tu barca. Mandará “Silencio!” a todos los pensamientos de derrota. La tumba de tus metas tendrá que seguir vacía... Y los que se burlaron de vos serán avergonzados.
Hoy aprendiste que la tempestad es solo la antesala del milagro. Que cuando Dios hace silencio, es porque tiene la última palabra.
Hoy te enteraste que hay esperanza para el que cree (Eso es fe).
Hoy sabés que, EL FINAL DE TU HISTORIA, Y DE LA MIA, LO ESCRIBE DIOS
(Es por eso que las circunstancias no importan!)
El Señor tu Dios está en medio de ti, guerrero victorioso; Se gozará en ti con alegría, en su amor guardará silencio, se alegrará profundamente por ti con cantos de júbilo." (Sofonías 3:17)
Carla Scarcello
1 comentario:
Carla, me gusto tu articulo, es edificante.
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